Thursday, August 04, 2005

Un Nuevo Inicio

Cayendo Por Ti
(El Cuento Que Siempre Escribir Para Ti Pero Que Nunca
Supe Si Existías De Verdad Y Hoy Escribí Para Dedicártelo)
Por Roberto Guijarro


1.-
Nunca esperé el momento de verte frente a mí por que sinceramente no existías más que en algún lugar de mi cabeza que ya no suelo visitar. Te saludo: Hola (contestas “hola”, en voz bajita si hay alguien, en voz alta si estás sola… pero contesta… “Hola”). ¿Estás bien?. Segura. Muy bien. OK. Primero, este capítulo te lo debes imaginar como una narración de “Los Años Maravillosos”. Si te sale, imagínate que yo estoy hablando y, sí puedes, pondrás el CD que más te guste de los que te di o de los que tienes. ¿Listo?. Muy bien. Aquí vamos.

Frío de mañana de invierno. Enero. El año comenzó más o menos bien. El cambio, que es algo que normalmente asusta, no me dio miedo. Para nada. Desde donde estoy parado, nadie se acuerda de haberme visto. Tú llegaste vestida con tu blusa blanca de manga larga y tu pelo trenzado y tus botines negros. ¿Ah verdad?. Me acuerdo. Pero me acuerdo por que dije “escuincla sangrona, trompuda… estuvieras tan bue…” y todo por que llegaste y me barriste de arriba abajo. Además de todo, me acuerdo por que me fumé como seis cigarros en menos de dos horas y la Diva se quejó. Alguien me sorprendió mirando hacia ti y me dijo: “ni se te ocurra”. De seguro me conocen algo. Pero no te miraba con ninguna intención. Digo, si recuerdas el paisaje, te darás cuenta que era mejor mirarte a ti que a un operador negro y feo, a un conductor de noticias desaliñado y a los barrenderos que limpiaban los restos de la fiesta.

Por alguna razón, mi memoria borra las siguientes semanas. Para ese momento he averiguado un par de cosas acerca de ti. No muchas por que me llegaron sin querer. Y me llegaron sin querer por que las cosas en las que creo así lo tenían escrito. Aunque yo no entendía lo que a veces me querían decir. Pero en fin. Mirarte tirada en las bancas, sentada cruzada de piernas ahí mismo, perdiendo el tiempo… como yo pero en bonito. Hasta el maldito día que se me olvidó llevarme mi libro. Estúpido libro, él tiene la culpa.

Sentado, aburrido, los periódicos recorridos. Te sientas enfrente. Te pregunto tu nombre. De volada me lo aprendo. Y todo por que te hicieron la misma broma que a mí: nombres de telenovela y apellidos que nadie puede escribir correctamente JAMÁS. Bueno, en mi caso sólo uno. Y es entonces cuando comienzo a ver, a mirar con atención más allá de la cáscara. Mmmh. Tal vez ahí estuvo el error.

¿Quieres saber cuándo fue la primera vez que me di cuenta y dije “esta chamaca me gusta”?. Fue un día que te estabas mirando en el espejo. Traías una blusa café como de gamuza o algo así que me gusta mucho. Y tus zapatitos como cafés que también me gustan como se te ven. En fin, que te vi mirándote y al rato me di cuenta: estaba pensando en ti. En fin. Como introducción, estuvo bueno ya. Ahora si va la historia que te prometí. Es un cuento que lleva siglos guardado en mí.

2.-
Esperanza.

Si los pasos de esa mañana hubieran sido un poco diferentes, si esa calle no hubiera estado llena de gente… si hubiera llegado dos minutos tarde, todas mis heridas, todos mis fracasos, nada hubiera sanado nunca. Y nunca hubiera vuelto a creer.

Mirarte hoy, aquí sentada junto a mí. Escucharte, olerte… disfrutarte. Es un milagro, un pequeño milagro de esos que ya estamos tan acostumbrados a ver que se nos olvida que son eso, milagros. Igual que el amanecer, que la lluvia en una tarde soleada. No puedo creer aún hoy, que alguien como tu aceptara a alguien como yo.

Sé que es difícil, que este mundo no es cuestión de reír y de amar y de querer todo el tiempo. Sé que has llorado, sé que no la has pasado bien, que muchas veces te han traicionado. Sé que no sabes a dónde vas ni a dónde quieres llegar. Pero aquí estoy yo. Apóyate en mí.

Nunca he creído en el amor a primera vista. Tal vez por que nunca me pasó. Pero si creo en construir las pequeñas cosas que te llevan a ser feliz. Creo en ser quién te da la mano para que subas un escalón más, para que te recargues y renueves las pilas para llegar lejos. Creo en ti y en mí.

No confías en mí. No crees en mí. ¿No quieres?. ¿No puedes?. ¿Qué más necesitas de mí?. No te toco más de lo necesario, no te beso más de lo que necesitas que te besen para que te sientas bella, querida, protegida, adorada. No te hablo más que para animarte, para decirte lo bien que te ves esta mañana, lo magnífico que te salió el café (aunque para la otra… menos azúcar, please) y lo excelente que te deseo sea tu día.

Si alguien como yo llegara a mi vida, yo tampoco confiaría en él (digo, alguien que estuvo a tres pasos del altar, que lo dejaron y no se suicidó… algo raro, ¿no?). Menos si me promete tantas cosas y peor aún: las cumple.

Continuará.