Thursday, August 25, 2005

Quien Juega Con Fuego...

La declaración de Santos de que necesitaba investigar su muerte y mi muerte, rondaba por mi mente días después de su extraña visita. Según lo que dijo, existía un contrato para matarnos a los dos.
"¿Algún viejo rival de negocios?", le pregunté.
-Guarda... John Guarda.- contestó, mirando sus brillantes zapatos de charol.
Julián Santos es todo un caso. Incipente mafioso, después de quince años de peleas constantes y guerras ganadas, era ya una molestia menor para los tratantes de blancas, narcos y maleantes en general de Bahía Cristal, lugar donde vivimos. Y lugar del que debí partir yo, años atrás. Decía que Julipan Santos es un caso. Todo un caso. Siempre vestido de lino y seda, camisas discretas, pantalones a rayas, rayas delgadísimas, camina con un discreto paso de salsa que sólo él escucha. Y mira siempre para todos lados, sabiendo que de cualquier lugar le puede llegar el último aviso. Al principio tenía al Titán, un primo suyo de más de dos metros de estatura y una musculatura digna de la mejor locomotora de vapor. Titán murió cuando Guarda nos declaró la guerra. A él por ser competencia, a mí por andarme cepillando a una de sus queridas. Esa es la historia, en resumen, de la enemistad entre Guarda, Santos y yo, Alberto Marrenas. Pero la verdad del odio de Guarda hacia nosotros estaba a punto de salir, asquerosa y repugnante.