Sunday, July 10, 2005

And The Truth Is I Miss You...

Sentado en la orilla de la cama, me despierta el calor. No sé si en verdad me despierta por que no recuerdo haber dormido pero cuándo me doy cuenta del calor, de mi olor a sudor, cerveza y cigarrillos, de lo caliente, hiriviente que se siente este cuarto, entonces parece que despierto.
Miro a toda tu ropa que sigue ahí, colgada, esperando a tres cosas: volverse a ceñir a tu cuerpo y tu cintura, volver a bañarse con tu perfume y volver a ser arrancada por mí, desgarrada por mis manos. Miro mi celular. Nada. Ni un mensaje ni una llamada tuya. No sé hace cuanto fue la última vez que me diste los buenos días, parada junto a mi cama. No sé hace cuánto fue la última vez que enredaste tus dedos con los míos mientras gritábamos los dos acostados. No sé hace cuánto fue la última vez que nos hicimos daño gritándonos "vete al demonio".
Mi mejor amigo llama de nuevo. Sé que tiene razón: tengo que salir de nuevo, comer algo, beber algo. Tres días encerrado aquí, en lo que fue nuestro último refugio del mundo y sus maldades. No quiero salir de aquí sin mi abrigo, sin mi protección... sin tí.
No te perdí por que nunca te tuve. No te odio por que nunca te amé. No te extraño por que nunca fuiste mía en realidad. Sé que cada vez que ibas conmigo por, la única razón por la que mirabas a ambos lados de la calle antes de cruzar es por que esperabas verlo. Cada vez que yo te hacía el amor, tú soñasbas con que era él quién estaba allí, besándote, tocándote, haciéndote suya una y otra vez. Lo que si es cierto es que me hiciste daño. Lo sé por que cada vez que escucho "Your Body Is A Wonderland", te recuerdo corriendo a mí, para mostrarme como tú sola la habías encontrado y cada vez que eso pasa, siento como si un frío me atravesara todo el cuerpo y eso me derrumba. Lo sé por que cada vez que veo "Dawson's Creek" en la televisión, tengo que cambiar el canal y lanzar el control remoto lejos, por que cada vez que eso pasa, me arrancan un pedazo. Y ese pedazo lo tomaste tú. Nunca te lo dí pero lo tomaste. Y no sé donde lo dejaste. No aparece por ningún lado de la casa. Ni la pinche gata que era para tí y que se quedó huérfana y que ahora me tiene sólo a mí y que ahora sólo la tengo a ella, ni ella sabe dónde está.
Trato de arrancar tu olor regando mi loción, de cambiar tus canciones con mi maldito heavy metal, de no leer tus bonitos mails una y otra vez, de no buscar tus mensajes que guardo en mi celular, esos en donde me agradeces que confíe en tí pero te disculpas por no confiar en mí. Y no puedo disculparte. Es como tratar de matar algo que nunca ha vivido.
Con mis amigos, siempre lo negaré: "no la quiero, no la extraño, no la necesito. Soy Un Jedi". Pero en cuánto cierro la puerta y apago las luces, aparecen mis invitadas indeseadas. Y aparece tu rosotro y tu risa y tu olor y tu música y tu voz y tu caminar despacito y tus pinches zapatitos cafés que tanto me gustan. Y trato de secar a las indeseadas. Y las empujo una y otra vez fuera de aquí, fuera de mí. Volteo la cara para no verlas pero siguen ahí, frente a mí. Y al final, las acepto y se quedan conmigo hasta que me duermo, aún cuándo mi almohada amanece mojada cada mañana y que cada mañana me encuentra sentado al borde de la cama, mirando tu ropa guradada en mi clóste. Ese que una vez te dije "no tiene espacio". Pero de algún picnhe modo, tus 17 vestidos, tus 26 blusas y tus 18 pares de zapatos, encontraron espacio, empujando a mis pantalones y a mis camisas y a mis tres trajes a un solo gancho, del cuál siguen colgando, adorando, igual que yo, el peligro de dejarse caer por tu culpa.
Y aquí sigo, sentado en el borde de la cama. Esperando a que azotes la puerta tras de tí al entrar, que avientes tus llaves al recipiente de cristal, a que pelees con esa pinche gata huérfana y a verme a mí. A verte sonreír cada vez que me escuchas decir "si no etoy llorando, son estos zapatos que me aprietan.