El olor del departamento recién pintado inunda todo. Las maletas aún están sin abrir. Y están llenas. De sueños, de esperanzas, del nervio de no saber de que color será el sol hoy. Y de miedos. Por que sí, señor, asusta empezar de nuevo. Sobre todo si estás lejos de todos los que quieres y que representan algo para tí. Sobre todo si comienzas solo. ¿Con quién compartirás hoy los triunfos y los fracasos, los "ya no aguanto a mi jefe", los "quisiera tener una vida mejor"?. Con nadie. Tú y la gata de ojos bicolor que, sentada en el sofá que no pudiste dejar atrás, te acompaña, callada como siempre.
Miras por la ventana y ves la ciudad de noche. Cuantas historias como la tuya existen allá afuera, comenzando de nuevo ahora, precisamente, contigo. Y con nadie. Abres la ventana. Ni el aire frío puede romper esa ilusión de que todo está bien. Y ahora, secas tus ojos. Las lágrimas es lo último que guardas del ayer. Y hoy las sacaste y las secaste. Te acuestas en la cama desnuda. Sin el calor del cuerpo de ella, esto parece más incierto a cada minuto. Pero sabes que es mejor así. Y tu fortuna comienza de nuevo mañana. Será un buen día.
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