Thursday, June 30, 2005

Claro Que No Te Dejo

A medianoche me despierto con tu mirada encima de mi. Debe ser algo importante por que sabes que me pongo como bestia si me despiertas de mi ligero y debil sueño. Entre la oscuridad puedo descubrirlo. Siempre puedo darme cuenta antes de que digas algo: has estado llorando.
Es curioso como las percepciones cambian de acuerdo a las circunstancias. Desnuda, con ese cuerpo blanco como el marmol, suave como porcelana y tibio como brisa de verano. Tus lagrimas son una contradiccion. "¿Quien murió?" pregunto yo con mi tacto, digno de cualquier diplomático. "Estúpido" dices tú y me agredes con la almohada. "¿Por que me dejaste?" me dices. Lo entiendo. Volviste a soñar conmigo. Y es el mismo sueño. Me iba con mi maleta azul, la viejita, la que me heredó mi madre.
"Claro que no te dejo, tonta" digo mientras intento abrazarte. Me detienes y me empujas. Sé que las cosas que pasan por tu cabeza a veces son de niña a pesar de tener cuerpo y corazón de mujer. Pero también sé que lo sabes desde hace tiempo. Estoy contigo pero hace tiempo te dejé. Me fui a emprender una aventura fuera de tus brazos, lejos de tu cintura, separado de tus muslos y sin poder ver tu ombligo.
Y no me fui con otra mujer. Me fui por que no te encontraba. Me fui por que, a pesar de todo, cuándo estaba contigo, hablando, comiendo, haciendo el amor, cuando estabas ahi conmigo, estaba yo solo.
Tus ojos dejaron de ser mi refugio anti-bombas, tu boca dejó de ser mi oasis, tu cuerpo dejó de ser mi templo. Y mis letras no fueron más poesía ni más nada por que ya no fueron para tí.
"Claro que no te dejo" intento repetir, mientras tu te has levantado, desnuda caminas por la habitación, revolviendo mi ropa hasta encontrar mis cigarros. Y me recuerdas por que me enamoré de tí. Por que te ves muy bien cuándo fumas. Por que te ves muy bien cuándo estás ebria. Por que te ves muy bien cuándo lloras y cuándo me gritas y cuándo te enojas y cuándo me dejas hablando solo.
Las primeras luces del día me avisan que uno de los dos se tiene que marchar. Y sé que soy yo. Por que ya no tengo nada aquí. Por que ya no podré dormir entre tus piernas, metido entre tus muslos, más allá de dónde nadie conoce. Por que ya no podré soñar con tu ombligo y con tus pechos, con tu pelo y con tus rodillas, con los dedos de tus pies y de tus manos. Por que ya no me quieres junto a ti.
Mientras levanto mi maleta azul, la viejita que me heredó mi madre para salir por la puerta, volteo a mirarte una vez más. Sentada en el borde de la ventana, desnuda, altanera, preciosa. De nuevo me acordé por que me enamoré de ti.
Me enamoré por que siempre fuiste más humana que yo, por que rechacé tu mano para levantarme cuándo me caí, por que me recordabas demasiado mis debilidades... por que eras demasiado buena y demasiado mala para mí.
Claro que no te dejo. Y mientras camino por la banqueta que tantas veces miro tus tacones y mis botas, lo pienso: No estoy llorando... son estos zapatos que me aprietan.