Tuesday, November 16, 2004

La Historia del Locutor Enjaulado y La Amazona de La Tinta, primera parte.

En 1997, todo era una constante “party” en mi vida. Cada semana, una mujer distinta, cada semana una fiesta más tremenda que la anterior. Mi trabajo era genial, era lo que yo siempre había querido hacer (aunque no lo sabía) y me divertía horrores haciéndolo. Hasta que en marzo o abril de ese año, una mujer entró a la cabina de transmisión para hacer un “talk show” medio jalado de los pelos y cambió todo lo que yo sabía. En mis intentos por ligarla y ella por zafarse, perdí casi seis meses. Con tal de convencerla de que era ella la única, corté de tajo mis fiestas y parrandas. Hasta agosto de ese año. Comenzamos a salir y de pronto, estaba yo inmerso en la primera relación en serio de mi vida en casi dos años. Y la más formal hasta hoy. La Amazona tenía muchas ventajas que me convencieron de que yo tenía mucho que ganar y aprender ahí. Por ejemplo, vivía sola, era muy liberada sexualmente y sobre todo, se sentía atraída hacía este servidor. Por supuesto que conoció la oficina del gerente y la cabina de grabación. Y ella fue la primera vez que una mujer logró hacerme derretirme por un orgasmo femenino.

Aunque nuestra primera relación (revolcón para los entendidos) la tuvimos casi dos meses después de comenzar a andar, esas primeras semanas juntos puedo jurar que me tendió la más grande trampa sexual que jamás nadie me puso en el camino. Por ejemplo, en la graduación de mi amigo Ed, no quiero comenzar a explicarles lo que sus manos hacían conmigo por debajo de la mesa (¡gracias, Dios, por los manteles largos y los amigos distraídos!) pero si que jamás volveré a ese restaurante hasta que sepa que sus manteles los lavan con cloro y lejía, los hierven y hasta esterilizan. Después, en un pequeño callejón que estaba poco antes de llegar a su casa, conocí lo que era un verdadero “quickie”.En fin, que para cuándo llegamos a su casa esa noche que nos acostamos por primera vez, yo era un toro (y no por lo potente, sino por que en mi furia creo que le destrocé medio depa) y creo que es la vez que he durado más teniendo relaciones (prácticamente toda la noche… no digan “presumido”, es mi máximo y jamás lo he vuelto a alcanzar). Bueno, con decirles que hasta en la escuela tuvimos sexo. En una ocasión, los alumnos tuvimos que pintar los salones y los edificios y ella y yo, aprovechamos que, más o menos al medio día, aquello ya casi había terminado para convertirse en una fiesta. Nos escurrimos hasta uno de los salones vacíos… y sí, mancillé el honor de la escuela. Por suerte nadie subió a los terceros pisos por que hubiera sido mi expulsión y ni que decir de ella. Con ella viví lo que era tener una amante, una amiga y una confidente, una verduga, una jueza y una abogada defensora… y hasta la que pudo haber sido la madre de mis hijos… que de hecho, estuvo a punto de serlo.
Más o menos a los 5 meses de noviazgo, ya vivíamos juntos (sus papás no lo sabían, por lo que era una verdadera comedia de situación) y en una ocasión me sorprendió con la noticia de que su “gemela malvada” no había llegado. Aclaración: la “gemela malvada” es el sobrenombre que le puse a sus días de menstruación pues en ella de verdad que operaban un cambio siniestro. La alarma roja estaba a su máximo, yo tendría que buscar un nuevo trabajo dónde poder mantenernos a los tres y tomar las responsabilidades del caso, a sólo unos meses de terminar su carrera, tal vez ella tendría que abandonar sus estudios, yo apenas comenzaba la mía así que no era mucho problema. Ya lo habíamos acordado: tendríamos al niño pero no nos casaríamos. Total que estuvimos al borde de nuestros asientos por casi dos semanas hasta que de repente, pum; llegó la hermana gemela. Después de esto, la relación se hizo como que más fuerte. Ella logró el milagro de quitarme de decir tanta pinch3 grosería, yo la hice abandonar el cigarro casi por completo (como Bob Patiño, sólo la dejaba fumar a la hora que tenía que terminar su columna de nota roja, por que, oh, sí, era reportera). Era tal la conexión que compartíamos que durante el tiempo que vivimos juntos, ya teníamos una rutina establecida; yo me iba en la mañana a la escuela y después a trabajar, ella se iba a la escuela y después a trabajar, al mediodía nos veíamos para comer en su casa, mientras ella cocinaba, yo tomaba una siesta pero al final la ayudaba con los trastos sucios. Ya parecíamos pareja de casados. En las noches, yo pasaba por ella al periódico y caminábamos como una pareja de viejitos hasta el departamento aquel. Ahora que las peleas, que no faltaron, eran de dimensiones épicas. Para mala suerte de ella, yo ya había sufrido los embates de confiar demasiado y era muy poco tolerante y para mi desgracia, ella es la mejor oradora que conozco. Nuestras peleas llegaban a durar hasta dos días, incluido uno completo, de toda la noche discutiendo y demás. A ella la hice rabiar con varias decisiones bastante polémicas: me hice un tatuaje, mi cabello llegaba ya hasta mitad de mi espalda y estuve a dos pelitos de hacerme una perforación en la lengua (esta última, según su estándares, era la menos polémica, puesto que, como era una liberada sexual, sabía los beneficios “orales” que conllevaba una perforación en ese lugar). Después de un tiempo, se aburrió de trabajar en el periódico y decidió que quería regresarse a su tierra, Cuernavaca. Supongo que esta debió ser la primera señal para mí de que algo andaba mal en su cabecita por que decidió dejar un trabajo seguro y bien pagado para irse a la aventura, además de que mi sueldo tampoco era malo por lo que vivíamos más o menos bien, sin quejas. Esto desató otro episodio bastante largo que duró noches y noches de peleas pues yo no quería que se fuera por todas las dificultades que esto implicaría pero al final me convenció y se largó. Así transcurrió el primer año y medio de nuestra relación. Continuara...