Thursday, April 30, 2009

El Trabajo De Un Ángel


"Creo que
Dios es un gran tipo
con gran sentido del humor
suelo verlo
merodeando en las esquinas
sacando polaroids"
Miguel Mateos, Hablando Con Mi Ángel


Pero mira que hay gente tonta. Y lo peor del caso es que a veces no sé distinguir si Él nos pone esas pruebas a nosotros o a ustedes.

Ese día comencé a seguirlo desde temprano. Desde la hora en que salió de su casa para ir a trabajar. Caminó siete cuadras, como cada mañana, se subió al primer pesero. De ahí, se cambió al Metro. Dos transbordos después, llegamos a su destino. Se metió al edificio, subió al octavo piso, se metió a su cubículo y ahí estuvo hasta las 12 de la mañana en que salió a comer algo. Ahí lo quise interceptar pero entre el taquero y la de los cigarros, no me dejaron acercarme a él.

Después, por la tarde, cuándo salió de trabajar, no sé, debió tomarme por algún pordiosero pues, cuándo me acerqué a él, me miró, metió la mano al bolsillo, extrajo una moneda de 10 pesos y me la dio. Entonces me di cuenta. Tan acostumbrado a que nadie me mire estoy que... no traía zapatos. ¡Me lleva el diab...!, perdón, ¡caramba!. Este día ya estaba dado a perder así que, resignado, me fui a comprar zapatos. Y la verdad, confieso, ya metido en el pecado de la vanidad, me compré un traje Armani negro, una corbata de seda y me hice un tratamiendo capilar y facial.

Al otro día, la misma rutina, temprano, casa, transporte, trasbordos, mucha gente y llegar al trabajo. En el trayecto, dio de comer de un pedazo de pan a un perro vagabundo, compró un litro de leche y lo entregó a una señora sin hogar y con tres hijos, uno de brazos, ayudó, no a uno, sino a dos ancianos a cruzar la calle. Cuándo entró al edificio, estaba extrañado. ¿Él?, ¿de veras era él el del contrato?. Leí la orden de trabajo, corroboré datos, fotografías y sí, en efecto, era él. Tomé el celular, marque a la Oficina de Operaciones e hice mi comentario. "Por favor, espere en la línea". De fondo, en instrumental, "Stairway to Heaven". Mi supervisor tomó la llamada. Me escuchó y me indicó: "Espera". De pronto, tocaron mi hombro. Era Él. El Jefe. El Mandamás. El Mero Mero. Vaya, hombre, cuándo te persignas y dices "En el nombre del Padre...", te refieres a él.

"¿Qué pasa?, ¿porque dudas?". Le expuse mi caso, las cosas que había visto, que había escuchado. Le pregunté porque nos imponía estos trabajos, porque teníamos que cumplir con estas órdenes. Mientras yo hablaba, el encendió un cigarro, miraba al horizinte y de alguna manera, tocaba a cada persona que pasaba junto a nosotros, haciendo sonreír con verdadera alegría y gozo a algunos y poniendo de un humor depresivo, triste y funesto a otros. Cuándo terminé, me quedé en silencio, esperando respuestas. "Mira", me dijo, con una voz grave, profunda, tremenda, "tú, que has vivido conmigo desde el principio de los tiempos, has visto a este mundo, a estos seres, cambiar una y otra vez, hacer, deshacer, dar vueltas, bajar, subir. Matan sin razón, por acción u omisión, enferman a sus semejantes, hieren a quién dicen querer más. Son así. Y hay quién dice que es mi culpa este desastre por haberlos abandonado. No. Tienen razón a medias. Es mi culpa este desastre por haberles dado LIBRE ALBEDRÍO. No sé porque pensé que sería divertido entregarles libertad de pensar y de tomar ideas y elecciones por si mismos. Pensé que me entretendrían. Pero no. En cuánto se activó su entendimiento del LIBRE ALBEDRÍO, zas, comenzaron los desastres. Adán y Eva, Abel y Caín, Sodoma y Gomorra. Caray. Y mira, mira ahora en que se detuvo todo. Mira en dónde estamos..."

"Sí", dije, mirando a mi alrededor, mientras el resto de las personas ignoraba a la misma mujer a la que mi sujeto de observación había ayudado unos minutos antes. Nadie le daba ni siquiera una mirada. "Creo que entiendo... pero... ¿cómo se supone que ESTO, esta tarea que me has impuesto va a corregir el error?". Se rió. Se rió tan profundamente que la gente nos volteó a mirar y sonreía. Todos sonreían. "No lo va a corregir... pero... mira, es mejor que te muestre."

Con un gesto de sus manos, me descubrí en el mismo octavo piso dónde se encontraba nuestro sujeto. Él, el Jefe, se acercó a él, mientras yo lo seguía. "Dame la información". Le entregué el sobre. Lo abrió, leyó los datos, miró las fotos. Sacó la última hoja, la que traía la indicación de el "cómo" debía irse mi sujeto. "Hola, amigo", saludó al sujeto que levantó la mirada y se puso de pie, dándose cuenta de que era "alguien importante". Intercambiaron cortesías durante unos segundos. Y entonces, la revelación. Le habló acerca del Reino de los Cielos y de la bondades y de las virtudes. Y le dijo "Soy yo, áquel al que llamas Padre, y he venido, en persona, por tí". El sujeto no reaccionó, se quedó de pie, con la boca abierta, con alguna réplica atorada. "Mira, hagamos algo. No sufrirás absolutamente ningún dolor, ni aquí ni ahora ni allá a dónde vamos... ya está escrito, hijo mío, que tú has de morir cuándo digas la palabra "Quiribujito". El sujeto cerró la boca, con cara de incredulidad, incapaz de entender a fondo las palabras del Padre. "¿Cómo?, ¿que palabra?". "Qui-ri-bu-ji-to". "¿Quiribujito?" dijo y cayó fulminado. Terminó su vida ahí mismo.

Mientras la conmoción comenzaba a apoderarse de la oficina al ver a nuestro sujeto muerto, caminé la lado del Padre hacia la salida. "Listo", dijo sacudiéndose las manos. "Sigo sin entender porqué" dije una vez más. "Ay, pequeño... mira, sólo te diré... nos hace más falta allá arriba que acá abajo... ¿porqué?, inspiración. "Inspiritus" es la palabra latín, mal traducida. O sea, que en el Espíritu, con su muerte tu... "sujeto" dará inspiración a quiénes le hayan conocido... incluido tú, pequeño".

Durante semanas, me di cuenta que era verdad. Cuándo algún sentimiento piadoso se apoderaba de mí, pensaba en él, en mi "sujeto". Y por lo que pude saber, cada persona que lo conoció, continuaba su obra, ayudando sin esperar nada a cambio, por la única razón de hacerlo. "Inspiritus". Inspiración. Y sí, el Jefe tuvo razón. La inspiración nos llegó a todos, TODOS los que alguna mínima vez tuvimos contacto con el "sujeto". Y una vez más, comprobé. "El Señor Trabaja De Maneras Misteriosas".