Monday, May 15, 2006

Full Moon On Acapulco (No pude evitar volver a escribir demasiado pronto pero esta vida mia sigue dando de vueltas que da gusto, caray...)


Siempre que me pasa algo malo, una muerte en mi familia, una decepcion laboral, amorosa o "de las otras", siempre, siempre, siempre, tengo que pasar por Acapulco en Luna Llena. Y en esta ocasión, no me podía fallar (aunque se estaba tardando).
Este viernes pasado hubo una reunión de los departamentos de Obras Públicas de los H. Ayuntamientos del H. Estado de H. Guerrero en, adivinaron, Acapulco. Desde temprano, mi hermano Yigal y yo nos lanzamos para allá. Todo era carreras por que a nuestra constructora le asignaron la friolera de 28 obras, casi todas pavimentaciones de calles y construcciones de canchas deportivas y teníamos que preparar todos los expedientes. Yo, obvio, de ingeniería tengo algunas nociones pero mi fuerte en la empresa es armar los susodichos expedientes, pasarlos a firma por todos los socios (somos cuatro) y llenarlos de sellos, además de revisarlos y revisarlos y revisarlos. Total que la reunión programada a las seis, comenzó siete y cuarto. Yo no me quedé a todo por que, la neta, estaba rendido. Ni siquiera habíamos comido. Así que me salí del Ayuntamiento, a buscar un lugar donde comer. Sin ganas de pensar demasiado, llegué al Burguer King de Galerías Diana. La verdad es que preferí King a los mariscos por que a) ya eran las siete y media, casi ocho de la noche y b) tengo debilidad por las malditas papas fritas del Burguer King. Así, me retaqué en uno de los lugarcitos y mirando hacia afuera, la descubrí. Maldita. Temerosa de que yo la notara, se ocultó lo más que pudo entre los hoteles y edificios. Hasta que no lo pudo evitar más y tuvo que salir. Y ahí, frente a mí, che luna llena en Acapulco. Otra vez.
La primera vez que se me apareció así, la Amazona de la Tinta me había dejado por el profesor universitario. Y esa vez, sólo en el balcón del Acapulco Plaza, mientras Paco Silva se bañaba en la tina, chillé por que esa vista de la luna sobre la bahía la habíamos compartido con la Amazona en un cuento que ya tiré y quemé y deshice que se llamaba "Arena". Ahí, todo parecía burlarse de mí. Tardé año y medio en volver a Acapulco. Aquella vez, la madre de mi madre, que no era su verdadera madre, acababa de fallecer. Igual, la luna llena apareció ahí nomás, quitada de la pena, saludando.
Y siempre, siempre, mirar esa luna reflejada sobre el mar, mirarla iluminar los rincones oscuros de la bahía, mirarla ser el reflector de los enamorados, mirarla poner luces en los rostros de los solitarios, siempre, cada oportunidad, esa luna es recordatorio de que estoy vivo, de que siento más de lo que debiera por gente que no merece lo que siento por ella y que no siento lo suficiente por la gente que si lo merece. Recordatorio de que esta nueva caparazón, reforzada, extra-cascaruda, este nuevo exterior, es lo que me separa de mucha gente y al mismo tiempo me mantiene en mi lugar.
Esa luna. ¿Volveré a caminar bajo ella, tomado de alguna mano, rodeando algún par de hombros... repartiendo algunos besos?