Saturday, October 09, 2004

Tendría yo unos siete u ocho años (hagan cuentas: tengo casi treinta), cuándo la emoción más grande de mi vida era irme de vacaciones con mi tía Luz y mis primos Hugo, Gaby y Alejandro. Hugo siempre fue mi mejor amigo (aunque tenía yo muchas más similitudes con mi casi-gemelo, Chava): con él aprendimos a andar en bicicleta, con él conocí en cabeza lo que era tener novia a los 11 años, con él aprendí lo que es tener a una banda dispuesta defenderte de un gandalla. Y recuerdo que con él y Alejandro gozaba como nunca mis veranos. Tardes de escuchar radio mientras jugábamos Turista, noches de recorrer las calles de Izcalli en bicicleta con mi amigo Flavio (q.e.p.d.) y toda la palomilla de mi primo, mañanas desperdiciadas jugando Atari o Activision o béisbol de computadora, cientos de películas que decían “clasificación “b”, para adolescentes y adultos” que soñábamos con ver, mientras pensábamos como mi primo Ale (el más grande de todos) nos podría escurrir al cine (nunca hubo necesidad: ni íbamos al cine ni se fijaban en el cine si entraban cien niños a ver “Emanuelle contra los 101 Dálmatas”). Esas noches hoy me parecen casi mágicas, míticas, todos alrededor del gran y viejo árbol que estaba en aquel terrenazo baldío (que siempre creímos firmemente que era el de “Poltergeist” pero nunca nos atrevimos a dormir fuera para averiguarlo), mientras a lo lejos sonaba “Every Breath You Take” o “Take On Me” o cualquier cantidad de música ochentera que, a mí, me marcó para siempre. Es cuándo más me pregunto ¿por que tiene que correr el tiempo, por que tenemos que cambiar tanto, por que tenemos que dejar lo que nos gusta y hacer lo que debemos? Nunca me han podido contestar eso y es cuándo más me doy cuenta: nadie sabe por que hace las cosas que hace y sin embargo las sigue haciendo, día tras día, mes tras mes, año tras año. Nunca tuvieron menos sentido en mi vida el sentarse tras un escritorio durante todo el tiempo que dura la luz solar mientras haces algo que a NADIE le cambia la vida, mientras lo único que logras es que un c4br0n se llene los bolsillos de dinero mientras lo que se vacía es tu vida. Por que damos prioridad a encerrarnos hasta los fines de semana en vez de buscar a quiénes queremos y a quiénes nos quieren, en vez de buscar a aquel viejo amigo que tiene años, siglos que no encuentras y que no es otro que tu niño interior. Yo, por mi parte, voy a resolver esto. Como parte de mi plan de reconquistar MI vida y MI mundo, me voy a comer con mi amigo Ed este fin de semana en el día de su cumpleaños, vamos a celebrar que sea año y medio más grande que yo y a festejar que estamos vivos. Intentaré hacerle ver que aún es tiempo, que todavía podemos jugar a ver quién dura más tiempo sin bañarse (información innecesaria: cuándo en realidad competimos ganó él, UN mes completo sin ducharse y yo sólo soporté mi propia peste por tres semanas… mis cabellos largos de Mustang, parecían rastas de jamaiquino), que aún podemos competir por ver quién dice más letras del abecedario de un sólo eructo (aquí gané yo: de la a "a" la "p" con un trago de squirt)… que aún quiero ser su Sancho Panza en el mundo que él sueña: autoridades que cumplen su cometido, gente que vive en paz, sin tirar basura, ciudadanos que respetan las leyes mientras yo sólo quiero que él y todos mis amigos podamos compartir un rato juntos como años atrás, cuándo comíamos pizzas y cocas en los estacionamientos mientras los policías venían a corrernos por las caras de vándalos mientras los verdaderos criminales son los que nos roban la vida y la forma de ser. Voy a tratar de volver a estar ahí, para cuándo él necesite hablar con alguien que, aunque nunca lo ha entendido, sabe escucharle. Voy a proponerle volvernos a ir de día de campo por allá, por dónde siempre regresamos rapados, abollados y adoloridos pero con el espíritu renovado. Sólo espero que su esposa le dé permiso de salir a jugar conmigo.