Tuesday, October 12, 2004

A Simple Life

El otro día, mientras me disponía a dormir para seguir con un día más de grises frustraciones, me pasó una de esas cosas que sólo te ocurren cuándo más decepcionado de todo estás. Tengo un par de felinas, una es Dee Dee (como la hermana de Dexter) y la otra es Misha (como… como Misha pues). Ésta última de verdad es como mi hija pues ya casi cumple diez años a mi lado y la he visto pasar por todos sus momentos, buenos y malos: cuándo parió, estuve a su lado, a pesar de que me dormí y ella tuvo el cuidado de despertarme a las seis de la mañana para mostrarme a “mis nietos”, cuándo tuvo una infección y un sangrado tan impresionantes, que de verdad pensé que ahí terminaba nuestro dueto. En fin, que con Misha siempre hemos sido inseparables (eso cuándo estoy en mi casa). SI me siento en la sala a ver televisión, ella se acuesta a mi lado mientras se acicala a lengüetazas y constantemente maúlla y ronronea fuerte, como contándome lo que hizo durante el día y a la hora de acostarme, ella es la primera que ocupa los pies de la cama, como intentando calentarla para que no sienta yo tan gacho el frío de las sábanas. En fin, que mientras Misha estaba dormida a mis pies, y yo casi soñaba con volver a ver a Maharba para poder platicar con alguien, sentí como Misha apoyaba su cabeza en mi pierna, recargándose, descansando toda encima de mí. Eso me hizo darme de lo mucho que este animal confía en mí, de lo mucho que significo para ella y de lo fuerte que son nuestros lazos, a pesar de que somos tan distintos, en especie como en personalidad. De ahí me puse a pensar cuánto tiempo hace que no veo un amanecer o un atardecer tomado de la mano con alguien o solo, cuánto hace que no me detengo y pienso en algún buen chiste y sonrío o de plano me carcajeo a media calle, de hace cuánto que no pruebo la sopa de mi mamá o sus bisteces o su pollo almendrado o su macarrón con queso, cuánto hace que no le invito una cerveza a mi papá para que discutamos durante horas y horas por cosas que ni nos afectan ni nos benefician, de hace cuánto que dejé de preocuparme por el “cómo” para preguntarme “cuánto” y eso es más malo que la carne de puerco. No me resistí y metí a la gata bajo las cobijas y ella se dejó abrazar como cuándo era cachorra y hasta se la pasó bañándome la mano (a lengüeteadas, por supuesto). Eso me hizo sentir bien, como tiene tiempo que no me sentía y me di cuenta: ya tiene tiempo que no practico lo que predico. Primero TU y después el mundo. Anyway, creo que he comenzado bien. Este sábado fue sensacional, toda la tarde estuve con Ed y su esposa (creo que los celos ya pasaron), me di cuenta que en realidad los dos estamos viviendo dos mitades de una misma vida. El me sigue envidiando que no tenga yo ninguna responsabilidad y yo... yo le envidio que el tiene alguien que le espera a todas y que lo quiere... y mucho.