Wednesday, January 30, 2008

Mucho Macho Stuff (Cosas de Hombres)

"Run my name through your computer
Mention me in passing to your college tutor
Check my records, check my facts
Check if I paid my income tax
Pore over everything in my C.V.
But you'll still know nothin' 'bout me
You'll still know nothin' 'bout me"
Sting, Nothin' 'Bout Me

Ya he dicho aquí que no me gustan ni me agradan los "metrosexuales" (que para este momento pasaron de, ser tendencia para convertirse en fenómeno, freakshow). En una muy amena charla, no recuerdo si de café o de almohada, comentaba que los hombres, al menos los "normales", no tiramos nuestra ropa interior: simplemente cuándo creemos que ya está "viejita", la exponemos a la ventana abierta y se va, puf, como esas flores diente de león. Sí. Adivinaron. Hoy, a 48 horas de pasar de 32 a 33, voy a volver a hablar de las cosas que los hombres normales hacemos, muchas cuándo nadie nos ve, muchas cuándo nuestra pareja está cerca ("¡sí me quieres, demuéstralo, aguántate el aroma!")y muchas que, simplemente, hacemos. Chicas, ¡adórenme!.



Los Hombres Normales No Sabemos Comportarnos
Parte verdad, parte mito. Dependiendo de la situación y de que tántas ganas tengamos de a) estar en determinado lugar y/o escenario y b) que tántas ganas tengamos de hacer repelar a nuestra pareja. Anécdota: La Amazona de la Tinta, Bárbara, solía llevarme a lecturas poéticas o presentaciones de libros pésimos. Y el remate del caso es que los "autores" casi siempre eran weyes que creían que con juntar tres sílabas en rima, ya eran "intelectuales". Así que, de vez en cuándo, a mí me salía lo más homeresco y definitivo, en voz nada discreta, reclamaba "mucha ropa!". En más de una ocasión me vi forzado a perseguir a la Amazona, con mi oreja entre sus dedos. O por ejemplo, delante de una dama, para mí, imperdonable eructar, fartear o sacarme los mocos. Pero entre gañanes, es otro pedo. Ahora, que sí la intención es complacer y hasta impresionar a la chicuela, entonces sí, señores, acepten, hasta solitos nos sabemos poner la corbata y, más allá, nos bañamos, lavamos dientes, esculcamos con agua y jabón esos recónditos espacios que nada más ciertos especialistas médicos conocen. Conclusión: Sabemos comportarnos pero decidimos cómo, cuándo, dónde y con quién.


Los Hombres Normales Somos Insensibles
Aquí sí no sabría a ciencia cierta si es que somos valemadres o de verdad insensibles. Por ejemplo, ellas hacen un dengue absoluto si el anillo que era de la abuela se les escapa por el drenaje. Más de 40 años de antiguedad en la familia para una joya, tal vez, sólo TAL VEZ ameriten un minuto de silencio pero ¿lágrimas?... En cambio, nosotros perdemos la cordura y compostura si un equipo, después de 17 semanas en el primer lugar de su división, pierde la oportunidad de llegar al Super Tazón por una estúpida patada de campo. Sí, señores, 17 semanas de espera constante, de nervios destrozados, de sudor por lo picoso de los cacahuates enchilados e ir por las cervezas, 17 semanas de esperanza muertas en un segundo VALEN la pena una semana de llanto y depresión.

Los Hombres Normales No Somos Cariñosos.

Se dice que cuándo queremos que tal o cual fémina afloje, un hombre "normal" abrazará, besará y acariciará con tánto cuidado a su prospecto tal cuál se tratase de un objeto del más fino cristal. En cuánto logre su objetivo, las únicas flores que la susodicha conocerá, serán las de calabaza y eso, retacadas en las quecas que vendan afuera de los distintos estadios deportivos. Al principio, las llamadas telefónicas incluyen, de menos, entre 300 y 500 versiones distintas de "corazoncito", "osita", "pedacito de cielo". Una vez que encamaron a la incauta, rájale, "gorda", "vieja" y en el mejor de los casos, "oye, tú".



Los Hombres Normales Siempre Somos Serios

La neta es que ni siquiera las niñas "bien portadas" son serias. A todos, TODOS nos gusta el desmadre. Comenzamos en la secundaria y casi siempre terminamos el día que nos entierran y aún ahí, hacemos reír a la gente ("nche viejito cagón, cuántas veces dejó la sala apestosa a pañal usado!!"). Es esta necesidad de agradar, de caer bien, de ser simpáticos. Aunque sí, como siempre, hay cada wey pasado. Pero, como dije en el primer punto, hay lugares para todo. La ventaja de estar seguro de tí mismo, de quererte suficientemente, estriba en, primero que nada, poder reírte, a carcajada limpia y batiente, de tí mismo. Desde ahí, chico, comienzas a crecer, a ser grande. Sí, por ejemplo, azotas en la calle, es más probable que la gente se acerque a ver que te pasó y te ayude si te levantas riendo y diciendo "que pendejo!!" que si pones cara de indignación y reclamas "quién puta madre dejó abierta esta alcantarilla de 4 metros de diámetro?!?!".



De verdad. Créeme. No eres esa mascarilla de excremento de lagarto. No eres esa camisa de 5000 pesos a la que no la puedes lavar ni siquiera en la República Mexicana. No eres ese perfume con injertos de estrógeno. No eres ese tinte de rayitos en el pelo. No eres ese manicure. No eres esos zapatos finitos como de señora. No, señor, usted, mi amigo, es hombre. Y debe oler a sudor de vez en cuándo, debe sudarle el escroto, deben darle comezón sus "desos", debe beber hasta guacarear una que otra vez. Pero también puede escuchar música suavecita, decirle cosas bonitas a la doña de su casa, tratar bien a un perrito. ¿El secreto?, no hay tal. Es más bien una cosa que vemos pero que se nos ha olvidado: ACEPTARNOS A NOSOTROS MISMOS. Con cariño, abrazarnos, apreciarnos. Así, simple, sencillo. Quererse. ¿Estamos?. He dicho.