Saturday, December 25, 2004

Pre-Crisis

La tomé de la mano y ella ni se inmutó. Le di un beso en la mejilla y no hizo ni el menor movimiento. No me miraba siquiera. Yo sabía que era el fin pero no lo comprendí en verdad hasta que me dijo con la voz mas seca y siniestra y llena de odio que jamás he escuchado: “suéltame”. “¿Por qué?”, pregunté. “Suéltame” volvió a decir, esta vez con un rastro de lágrimas asomando a su mirada. “Suéltame” volvió a decir por tercera ocasión y lo hice. Sólo me dio una carta y me dijo, “por favor, vete, me duele mucho estar así… contigo”. La dejé. Camino a tomar el autobús, llamé a su mamá. “Adiós, señora, y gracias por todo”. “¿Pero que pasó, güero?”, me preguntó la señora. “No lo sé… pero creo que hemos terminado, su hija y yo, hemos terminado”. “Ay, güero… ¿y que vas a hacer ahora?” “Pues… para empezar, irme a mi casa, supongo… no tengo más que hacer aquí”. “Cuídate mucho, hijo… cuídate”. “No se preocupe, voy a estar bien”. “Yo sé que no, pero de todos échale ganas… y ojalá nos veamos pronto” me dijo la señora. “No lo creo, señora… pero de nuevo gracias… y despídame de don Isidro… dígale que siento mucho no despedirme personalmente pero las circunstancias me lo impiden” “No te apures, güero, yo le digo”. Y así, me subí al camión. Regresé. No me dormí ni un segundo, pensando en que la había cagado, en dónde había estado mi error y, cuándo leí la carta que me dio, lo entendí todo: mi error fue confiar en ella, en creer que de veras podía estar lejos de mí. Había encontrado a otro, tenía a alguien más. Y como la vida es muy justa y Dios es muy severo, pagó caro todo lo que me hizo. Él, un profesor de la UNAM que estaba dando un curso en la Universidad dónde ella trabajaba, sólo la quiso para no pasar fríos en las noches. Y ahora está adornada con un hijo que al final no fue ni mío pero al que hubiera querido como tal si las circunstancias hubiesen sido otras. Pero ella no quiso que fueran otras. Y hoy, estoy aquí sentado. A punto de cumplir los treinta, a punto de sucumbir a la Crisis que me vaticinó mi primo Hugo y a punto de llorar por que creo que me saldría más fácil que reír en estos momentos. No te pido paz ni amor eterno… no te pido millones ni el trabajo perfecto. Sólo te pido que este remolino deje de girar y esta vida mía por fin caiga en su sitio, que me des una señal para comprender y aceptar si mi destino es en verdad estar solo. Si este Homer Simpson no va a encontrar a su Marge, si este Han Solo se quedará sin su Leia… si este Roberto Guijarro jamás encontrará a nadie que quiera recibir todo el amor que el quiere dar. Anyway, Feliz Navidad. Sólo me dio nostalgia. Y ganas de llorar. Y de que me abrazaran. Y de que me dieran un beso. Y de que todas esas parejas felices que me encontré en mis vacaciones me hubieran regalado un pedacito de eso que tienen especial y alguien pudiera ver más allá de mis tarugadas, de mis poemas sin dueña y de mis cuentos sin autor. Maharba, es verdad. Te Quiero. Y Mucho. Más de lo que Quisieras y Menos de Lo Que Tengo Por Entregar. I Got All My Life To Live And I Got All My Love To Give. I Will Survive, As Long I Know How To Love I’ll Stay Alive.